martes, 8 de diciembre de 2009

Hay una solo realidad ? Informe TTC

Paul Watzlawick (Sentido del sinsentido o sinsentido del sentido, Barcelona, 1995) sostiene que debemos aprender a cambiar de manera de pensar.
En el prólo Ehalt señala que un intercambio de palabras entre dos o más personas encierra, debido a la polisemia de los términos y a las formas de expresión no verbal, tantos contenidos semánticos a veces divergentes que cabe la posibilidad de que, en un informe posterior, los participantes, con su mejor saber y entender, les atribuyan contenidos semánticos diversos. Y agrega que la idea de que las realidades son siempre construcciones da al individuo la posibilidad de ser libre para decidirse por una realidad, para seleccionarla con esa perspectiva se aprende a ser conciliador, porque se ha tomado conciencia de que una realidad no es mejor que la otra; y se aprende a ser responsable de lo que se hace, pues nadie priva a uno de su responsabilidad.
Watzlawick parte de afirmar que la visión monádica del individuo, mediante la cual el entorno se reduce a un epifenómeno, nos ha regalado una plétora de hipótesis, teorías y sus consiguientes tecnicismos. Con éstas, el asunto tiene una explicación propia, sobre todo, semántica y teórico-cognitiva. Luego de comentar a Ashby., Bateson y Korpschipski, cita a Martín Buber diciendo que “En todos los estratos sociales se confirman unos a otros los hombres en sus propiedades y capacidades humanas; y se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y, sin embargo, una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros les confirmen como lo que son o incluso como lo que pueden llegar a ser, y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes. El hecho de que esta capacidad esté yerma en tan gran proporción constituye la verdadera debilidad y lo cuestionable de la raza humana. La verdadera humanidad sólo se da allí donde esta capacidad se desarrolla” (Buber, 1957), para más adelante reafirmar con ejemplos diversos (la diferencia de distancias, o el significado del beso, en distintas culturas, que el intento de dar prioridad al «dentro» o al «fuera» sería equivocado. Debemos comprender que los fenómenos derivan de la relación y que, por consiguiente, desbordan el ámbito de lo personal. Agrega que en el fondo todos dividimos el mundo en categorías maniqueas o binarias.
Continúa comentando a Koestler, Robespierre, e incluso a Himmler para hablar de la ampliación de nuestro de ver mediante el factor “relación”. Y concluir que entre individuo y sistema, entre «dentro» y «fuera» existe, pues, una interdependencia que debemos tener en cuenta de forma creciente a fin de encontrar otros accesos a nuestros problemas.
Luego aborda lo que llama la estrategia de pequeños pasos, y sostiene que todas las grandes transformaciones en la evolución fueron catastróficas, por lo que lo pequeño es tal vez más importante que lo grande. Más adelante afirma que toda la cuestión del «fuera» pasa a ser claramente relativa y donde tenemos que ocuparnos de la cuestión del percibir. Ejemplifica con el conocido cuento del campesino, su hijo y el burro, para enfatizar su posición.
Recuerda que Epicteto afirmó ya en el siglo primero de la era cristiana: «No son las cosas las que nos inquietan, sino las opiniones que tenemos de las cosas.». E insiste que se deben tener en cuenta dos realidades: la realidad que nos transmiten nuestros órganos sensoriales y la atribución de sentido, de
significación y de valor a esa percepción. Insiste en que la idea de una realidad objetivamente existente, accesible a la mente humana, es insostenible en el plano filosófico desde hace, al menos doscientos años y agrega que también en otra disciplinas ocurre algo similar
Citando a Bertrand Russell dice que un error frecuente en la ciencia es el de mezclar dos lenguajes que deberían estar estrictamente separados entre sí: el lenguaje que se refiere a los objetos y el que hace referencia a las relaciones. Un ejemplo: cuando digo «esta manzana es roja», he designado en el lenguaje del objeto una propiedad de este objeto manzana. Si, por el contrario, digo «esta manzana es mayor que aquélla», entonces he hecho una declaración sobre la relación que deja de ser reductible a una manzana o a la otra. La propiedad de ser mayor sólo puede entenderse respecto de la relación. Esto es difícil de entender.
Para ello, luego de numerosos ejemplos, explica que existen dos órdenes de percepción: una es la percepción directa por la vía de los órganos sensoriales y, consiguientemente, la atribución de sentido, de significación y de valor a esa percepción. La realidad de primer orden sería, pues, la percepción directa. La realidad de segundo orden es la atribución de sentido y de valor. No hay una clarificación objetiva o fijación de lo correcto de esta atribución, pese a lo cual tenemos la idea de que el modo como vemos el mundo lo refleja en su objetivo “ser así”, sin darnos cuenta de que somos nosotros los que atribuimos una significación a ese mundo.
Relata que Einstein, en una conversación con Heisenberg (1926) habría dicho:«Es imposible recoger en una teoría sólo magnitudes observables. Es más bien la teoría la que decide lo que uno puede observar.» Y luego Heisenberg dirá: «La realidad de la que podemos hablar jamás es la realidad en sí, sino una realidad sabida o incluso, en muchos casos, una realidad configurada por nosotros mismos
La afirmación de que nosotros no encontramos el mundo, sino que lo inventamos, resulta chocante para muchas personas, pero según la concepción del constructivismo radical, podemos saber de la realidad verdadera (si acaso existe), en el mejor de los casos, sólo lo que ella no es.
Mientras nuestras construcciones de la realidad cuadran, vivimos una vida soportable. Si las concepciones de la realidad se desintegran, se puede llegar a aquellos estados para los que la psiquiatría se considera competente, tales como locura, depresión, suicidio y otros por el estilo. Por eso, Watzlawich dice que –como terapeuta- no presume de transmitir la verdad a sus pacientes, sino sólo transmitirles otra construcción que quizás cuadra mejor.
Otrao aporte a esta visión proviene de Einstein, con la revolucionaria idea de que “en el mundo físico no existe simultaneidad alguna sin un observador que la cree.»
si hubiera hombres que vivieran de verdad la idea de que ellos son los constructores de su propia realidad, se caracterizarían por tres propiedades especiales. Primero, serían libres, pues, el que se sabe constructor de su propia realidad, también puede crearla con otra forma en todo instante. Segundo, ese hombre sería responsable en el más profundo sentido ético, pues, quien ha comprendido de hecho que él es el constructor de su propia realidad, no cuenta ya con la opción de evadirse a la cómoda excusa de la coacción ejercida por las cosas ni con la de echar la culpa a otros. Tercero, un hombre de esas características sería conciliador en el sentido más profundo del término. Con algo de pesimismo, Watzlawick concluye que personas de esas características son un producto raro, muy infrecuente, y que en sólo se ha encontrado con dos que tal vez habían llegado a esa meta.

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